viernes, 22 de agosto de 2008

Madre en la sombra

Hay historias que, para ser contadas, deben ser ocultadas. Es el caso de Sarah. Este es un nombre ficticio para una historia real.
Sarah odia a los hombres. Es categórica en su afirmación. Y, conociendo su historia, no es para menos. Con 32 años, está embarazada de su tercer hijo. Muestra orgullosa su barriga, que en pocos días dejará de estar abultada. Pero tiene miedo de enseñar su rostro. Ser madre soltera en Marruecos es un delito, no son más que prostitutas a los ojos de la sociedad.

Antes de ser madre soltera, Sarah sufrió un matrimonio que nunca funcionó. Se encontró con la oposición de su familia, pero a pesar de todo, decidió seguir adelante. Su historia se desarrolla entre Marruecos y Turquía. Apenas 15 días habían transcurrido desde que dió a luz a su primer hijo cuando su marido decidió "sacarla a la calle" para ganar dinero. Pronto llegó el segundo hijo y la historia se repitió hasta hacerse insostenible. Sarah llora al tener que recordar, pero es una mujer de una fortaleza sorprendente. Habla segura, no quiere que la compadezcan, quiere denunciar, gritar su historia.

Fue esa fuerza la que le hizo recurrir a la policía para denunciar su situación. Pero la respuesta era siempre la misma: devolverla a su marido. Cinco años en este infierno doméstico hasta que la burocracia, la falta de papeles, la obligó a volver una temporada a Marruecos, lejos de unos hijos que se acostumbraron a vivir sin su madre. Luchó por volver junto a ellos, pero el infierno no se había olvidado de ella. Solo cambió el escenario, en este caso Grecia. Otra vez la historia se repetía para Sarah: la calle, unos papeles que nunca acababan de estar en regla y de vuelta a Marruecos sin sus hijos. Otra vez.

De nuevo confió en un hombre, y de nuevo el destino le dio la espalda. Embarazada y sola, se abrió la puerta de la esperanza para ella bajo el nombre de "100 por 100 Mamá". Un reducto de comprensión, capitaneado por Claire Trichot, donde no se hacen demasiadas preguntas. Aquí las madres como Sarah encuentran un lugar donde esperar la llegada de sus hijos, donde cuidarles, lejos de miradas acusadoras e incomprensivas. "Aquí encontré la tranquilidad, tengo una nueva familia". Se seca las lagrimas y sonríe al mismo tiempo. Nos pone la piel de gallina e intenta que nosotros también sonriamos. Nos dice que tiene miedo al inminente parto porque el bebé que espera es muy grande " y no sé por dónde va a salir". Sarah se imagina el paraíso: reunir a todos sus hijos, trabajar para sacarlos adelante. Sabe que lo va a conseguir y que pronto dejará de ser una madre en la sombra.

Foto: Miguel Núñez

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